La satisfacción ciudadana sobre los servicios educativos en Juárez tuvo su caída más significativa y las calificaciones más bajas en 10 años, de acuerdo con información del Sistema de Indicadores de Calidad de Vida Así Estamos Juárez.
Información recabada con la Encuesta de Percepción Ciudadana 2020, cuyos resultados se presentaron en el Informe Así Estamos Juárez 2021 y el Informe de Bienestar Subjetivo 2021, arrojaron que los servicios educativos de todos niveles de educación –básico, medio y superior– mostraron calificaciones correspondientes a 7.24, 7.27 y 7.47 puntos, respectivamente, de 10 posibles. En años anteriores, dichas calificaciones habían sido de 8.61, 8.74 y 8.89, lo que representa un decremento de alrededor 1.5 puntos cada una.
Según el Informe de Bienestar Subjetivo, los grupos de personas que mejor califican los servicios educativos, según su ocupación, son las personas empresarias/empleadoras (8.5 puntos); según su escolaridad, son las personas que saben leer y escribir pero no fueron a la escuela (8.25) y quienes tienen una carrera técnica incompleta (9 puntos).
Asimismo, la educación básica es mejor calificada por personas de 20 a 44 años, la media por personas de 18 a 29, y la superior por personas mayores de 60 años.
Las peores calificaciones generales las dan las personas desempleadas (7.03), personas con secundaria incompleta (6.90), y en cuanto a distritos electorales locales, quienes habitan en el distrito 7 (6.12), que también son quienes peor evalúan la educación primaria y secundaria, particularmente.
Érika Donjuan Callejo, coordinadora de Así Estamos Juárez, dijo en la presentación del Informe de Bienestar subjetivo que este comportamiento de la opinión ciudadana se puede relacionar con la pandemia por covid-19.
A mediados de marzo de 2020, la Secretaría de Educación Pública decretó la suspensión de clases presenciales de todo el año escolar, que concluye en 2021.
En mayo de 2020, en un artículo científico publicado en la Revista Internacional de Educación para la Justicia Social, la investigadora Evangelina Cervantes Holguín y el investigador Pavel Gutiérrez, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, ya advertían que las poblaciones de la periferia de esta ciudad o de zonas con alta vulnerabilidad social afrontarían “un escenario de mayor adversidad dadas las condiciones de pobreza y rezago en la que viven”.
El informe “La Educación ante la pandemia de covid-10. Vulnerabilidades, amenazas y riesgos en las entidades federativas de México”, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), publicado en abril de 2021, precisa que la pandemia “representa una severa disrupción de las actividades educativas”. La conversión a un modelo de educación a distancia trajo consigo obstáculos que tienen como origen la desigualdad social. Según este documento, existe un riesgo de pobreza de aprendizaje, derivado de estos obstáculos.
A nivel nacionl, de los 33.6 millones de personas entre 3 y 29 años inscritas al ciclo escolar 2019-2020, 740 mil no lo concluyeron y 5.2 millones de personas no se inscribieron para el ciclo 2020-2021. Según el Instituto nacional de Estadística y Geografía, los motivos asociados a covid-19 para no inscribirse fueron que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje, que alguna de las personas que proveen al hogar se quedaron desempleadas, y que se carece de dispositivos electrónicos para la conexión a internet o se carece de conexión a internet.
En Chihuahua, de acuerdo con el CEEY, existe una mayor desigualdad de oportunidades asociadas a las condiciones educativas de origen. Es decir, en el estado, existen menos probabilidades de que, en familias donde hay padres y madres con pocos años de escolaridad, las hijas y los hijos puedan superar educativamente a sus padres.
Además, se evidencia que Chihuahua, junto con San Luis Potosí, Zacatecas, Querétaro, Hidalgo y Jalisco, son los estados que más podrían reducir su movilidad educativa “por la combinación de los riesgos derivados de la pandemia y la desigualdad de oportunidades provenientes de las condiciones educativas de origen”. Es decir, es más probable que las hijas y los hijos no acumulen más años de escolaridades que sus madres y sus padres, debido a las condiciones de vulnerabilidad y a la amenaza por covid-19 existente en esos estados.
Así pues, en un ciclo escolar que requirió un modelo educativo a distancia que resultó deficiente, aunado a las limitaciones de recursos para seguir clases a distancia y los problemas de desempeño del sistema educativo, las poblaciones vulnerables sin privilegios sufrirán de un rezago educativo que puede traer consecuencias en su movilidad social a futuro.
El CEEY concluye que “los rezagos educativos y su gran desigualdad ameritan replantear el significado del regreso a clases presenciales más allá de la seguridad sanitaria, como la oportunidad de rescatar posibilidades de movilidad social mediante el fortalecimiento del sistema educativo.