Ciudad Juárez, Chihuahua.– En distintas colonias del suroriente como Parajes del Sur, Frida Kahlo, Gladiolas y Riberas, vecinos y estudiantes participan desde hace semanas en talleres de intervención comunitaria que buscan que los espacios públicos cuenten historias propias: las que narran quienes habitan estos polígonos urbanos.
Las actividades, impulsadas a través del proyecto Comunidades, incluyen sesiones de bocetaje y diálogo en parques y escuelas, donde grupos diversos diseñan murales que representan su entorno cotidiano. La artista visual y tallerista Marisol Casarrubias Santiago, quien acompaña el proceso en varios puntos de la zona, explica que la intención central es crear una pieza colectiva que recupere experiencias e identidades locales.
“Este taller es para elaborar un mural, una pieza colectiva que refleje la identidad de los tres polígonos de Comunidades”, señala. En el caso del plantel Cecytech 23, ubicado en Riberas, la dinámica permitió reunir a estudiantes de turnos y grados distintos.

El arte como agente de cambio
Desde la primera sesión, Casarrubias abrió la discusión sobre el papel del arte en la transformación social. La conversación giró en torno a la necesidad de apropiarse de los espacios comunes y reconocerlos como escenarios donde la comunidad puede organizarse, convivir y expresar inquietudes compartidas.
“Era necesario hablar del arte como un agente de cambio social”, comenta.
En el boceto principal trabajado en el Cecytech, la composición inicia con una calle imaginada del suroriente, hecha a partir de cómo los jóvenes viven y transitan su barrio: parques, casas, negocios y un ritmo cotidiano que se reconoce al primer vistazo.
Voces y miradas del territorio
Cada colonia ha construido un concepto propio de su entorno. En la zona de Frida Kahlo se retomó directamente la figura de la artista; en Gladiolas, conocida también como el parque de los Cohetes, se utilizó como lienzo una cancha de basquetbol con diseños del espacio, mientras que en Parajes del Sur se trabajó a partir de la referencia de Campo Grande, visto como un territorio de naturaleza donde crecen ideas y oportunidades.
Para Casarrubias, lo más significativo ha sido constatar la motivación de los participantes por transformar su entorno:
“Una comunidad se mueve cuando se refleja la vida del presente, del pasado y del futuro de lo que esperamos que vaya cambiando”, señala.
El efecto del mural en el espacio público
Más allá del resultado visual, la artista subraya el impacto que tienen estos trabajos en la vida cotidiana. “Cuando se colocan murales en el espacio público generan un momento de calma entre toda la rutina y el movimiento, generan un espacio de reflexión”, afirma.
La intervención también provoca que los propios vecinos observen su entorno con mayor atención. “Me sorprende mucho esta habilidad de apreciar los detalles que están en nuestro día a día”, comenta.
Agrega que el hecho de que estudiantes y vecinos tomen parte de su tiempo para trabajar en un mural deja un sentimiento colectivo: “saber que lo hacemos por un bien común, por muchas personas que a lo mejor ni siquiera participaron”.
Los murales resultantes quedarán como testimonio de esa mirada compartida: fragmentos de la vida del suroriente que ahora se expresan en color, trazo y comunidad.